domingo, 23 de octubre de 2016

Uno al día (o de sueños e ilusiones)

Fuera cae una llovizna fina. El aire está limpio y húmedo. Dentro del restaurante, estamos al abrigo. La mesa es larga.

Durante la mañana hemos visitado la quesería. Los dos hermanos, Paco y Jesús, han compartido con nosotros su trabajo, su esfuerzo, sus proyectos, su sacrificio. Nos hablan de jornadas eternas, de cuentas por cuadrar, de inversiones, de noches sin dormir, de preocupaciones, de trabas burocráticas, de un novio que abandona el banquete el día de su boda para ir a ordeñar a las cabras… Y, casi sin querer, sus palabras y sus ojos declaran la pasión e ilusión que sienten por sus animales, por sus quesos, por su proyecto vital.

Ahora, en el comedor, los comensales disfrutamos de los manjares de la comarca. Buena comida, ambiente cálido, charlas amigables, risas y confidencias. De pronto, alguien pregunta qué haríamos si nos tocara la lotería. Todos opinan, sugieren, aportan. Más risas y chanzas. Sigue la conversación por otros derroteros. Casi todos han compartido sus sueños, menos Paco. Lo tengo enfrente. Ha escuchado atento, sonreído de vez en cuando, pero ha callado.

- Paco -le pregunto- ¿qué harías si fueras millonario?

Levanta la vista. La mirada perdida. Piensa. Vuelve a sonreír.

- Lo dejaría todo. Me iría a vivir lejos. En una casita en la montaña, sin gente.

- ¿Y ya no harías quesos?, pregunto inquieta.

Y con mirada cómplice, me confiesa:

- Sí, claro … haría uno al día.

Y es que hay gente que enamora, como sus quesos. 



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